Enrique del Rivero 12 de octubre, 2020 · 3 minutos
El placer de caminar por una naturaleza en estado puro. En el corazón de la burgalesa comarca de Las Merindades y envuelta por la umbría de un bosque encantado, en el que junto a las hayas crecen robles, avellanos y acebos, se descubre una impresionante sucesión de escalonadas cascadas por las que se precipitan impetuosas las aguas del río de la Gándara.
Las Merindades están enclavadas en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica y pueden presumir de uno de los territorios con más alicientes para practicar el senderismo de todo el norte de la península Ibérica. Quizá la ruta más completa de esta montañosa comarca —cubierta de bosques caducifolios y salpicada por decenas de saltos de agua— es la que permite acercarse hasta la escondida cascada de Las Pisas.
Desde la iglesia del barrio de abajo de Villabáscones de Bezana —perteneciente al municipio de Valle de Valdebezana— parte el señalizado sendero que enseguida se interna en un bien conservado hayedo. Se trata de un bosque magnífico, poblado por numerosos ejemplares centenarios de elegante porte. Debido a la intensa umbría que generan estos árboles caducifolios de tupido follaje, en el interior de la floresta son pocas las plantas que pueden desarrollarse adecuadamente. Las más llamativas son las anémonas de los bosques, el culantrillo negro y la lengua de ciervo.
Muy pronto se alcanza una cascada por la que se precipita el arroyo de los Canales y que luce adornada por una espesa capa de musgo. El camino continúa su cómodo trazado y alcanza un cruce con dos opciones para llegar hasta Las Pisas. La más recomendable es la que por la derecha enfila hacia el curso del río de la Gándara. La ruta prosigue por una estrecha vereda que remonta su corriente entre agitadas torrenteras, pequeñas cascadas y transparentes pozas, en las que es frecuente observar la presencia de tres especies que denotan la buena calidad de las aguas: nutria y desmán ibérico, entre los mamíferos, y mirlo acuático y martín pescador como dignos representantes de las aves. El estrecho sendero se topa, tras cruzar el río por un puente, con una cornisa rocosa que anuncia la proximidad de las cascadas principales.
Si la visita coincide con el periodo de deshielo o con una época de fuertes lluvias, el espectáculo se convierte en único e inolvidable: una atronadora masa de agua espumosa precipitándose desbocada por las apretadas gradas rocosas de un estrecho barranco. Sus desmenuzadas gotas de agua forman una neblina que se alza semejando el humo agitado por el viento. Disfrutar un rato del intenso rumor del agua que se precipita en Las Pisas es la mejor terapia para curarse de cualquier tipo de estrés.
Para regresar a Villabáscones de Bezana hay que elegir el sendero que, por la base de un cantil calizo, se interna por un robledal en el que se han localizado las huellas de un animal desaparecido de Las Merindades hace casi un siglo: el mítico oso pardo.
El único acceso a Las Pisas pasa por la bien comunicada localidad de Soncillo, capital del Valle de Valdebezana. Desde allí y, por la carretera local que cruza la aldea de San Cibrián, se alcanza la señalizada desviación que desciende hasta el aparcamiento de uso obligatorio situado a 300 metros del barrio de abajo de Villabáscones de Bezana. La ruta del bosque y cascada de Las Pisas tiene 6 kilómetros, entre ida y vuelta, y se completa en unas dos horas de tranquila marcha.
Más información: www.lasmerindades.com