Enrique del Rivero 14 de julio, 2020 · 3 minutos
Aunque no es tan famosa como la de Cuenca, en la provincia de Burgos podemos presumir de una auténtica “ciudad encantada”. Este singular y casi desconocido enclave paisajístico se localiza dentro del término municipal de Monasterio de la Sierra.
Desde el alto situado en El Burrero —término de Monasterio de la Sierra al que se llega siguiendo el camino del Cargaduelo— se descubre un excepcional enclave paisajístico: un extenso y encantado conjunto rocoso, formado por cuarzoarenitas del Jurásico, en el que la erosión exokárstica ha dejado una imborrable y llamativa huella. En las laderas de la Sierra de Trasomo y por debajo de la pista se localizan varias rocas de extrañas formas que marcan el inicio de un lugar de increíble belleza. Hay que descender —no existe un sendero definido— para ir descubriendo cada uno de los rincones de esta zona conocida como El Castillejo. Gigantescas setas, atrevidos arcos naturales, enormes chimeneas rematadas con mágicas cúpulas, mesas ciclópeas, estrechas gargantas de pulidas paredes son las marcas dejadas durante millones de años por el hielo, el agua y el viento. Según se desciende hacia el profundo valle, las rocas se ven envueltas por una densa masa de robles que ayudan a incrementar la belleza del entrono. En algunas de las rocas más grandes y aisladas, los lugareños las han bautizado con nombres —Peña Amarilla, El Molar, El Castillo, La Mesa…— que hacen referencia a sus formas, tienen sus nidos varias aves rapaces.
Las llamativas formas exokársticas del Castillejo se han originado por la acción constante del agua, ayudada por el hielo y el viento, en las areniscas y pudingas cementadas por carbonato cálcico que afloran en esta zona de Monasterio de la Sierra. Estas estratificadas rocas jurásicas —que se comportan de manera parecida a las de cualquier karst clásico— han dado lugar a una serie de espectaculares relieves. La erosión diferencial de los carbonatos ha creado rocas de caprichosos y redondeados perfiles, excavado encajados barrancos, tallado estrechos callejones, creado extraplomadas cornisas y abierto inverosímiles vanos entre las rocas.
La mejor manera para llegar a la “ciudad encantada” de Monasterio de la Sierra es seguir la pista forestal que parte de este aislado pueblo situado a los pies de las sierras de Trasomo y Neila. El bien trazado camino del Cargaduelo, que en sus primeros kilómetros atraviesa la valiosa dehesa de roble albar del municipio, se puede recorrer en vehículo o andando. De cualquiera de las dos formas hay que alcanzar, tras unos tres kilómetros y salir totalmente del robledal, una explanada desde de la que se divisa una extensa panorámica del enclave paisajístico. Para visitar la “ciudad encantada”, es preciso descender la suave ladera de El Valladar e ir descubriendo, poco a poco, sus más bellos rincones. También se localizan rocas con formas caprichosas en la ladera que asciende hacia la cumbre de la Sierra del Trasomo.
Época recomendable: Todo el año.
Dificultad: Baja.
Distancia y tiempo: 8 kilómetros y cuatro horas.
Interés: Paisaje geológico, bosques y fauna.
Más información: www.sierradelademanda.com
Hay que salir de Burgos por la A-1 con dirección a Madrid y a la altura de Sarracín desviarse por la carretera de Soria. En la circunvalación de Salas de los Infantes es preciso tomar la desviación que conduce a la C-113 con dirección a Canales de la Sierra. Al poco de pasar la localidad de Castrovido hay que volver a desviarse por la carretera local que, tras nueve kilómetros, finaliza en Monasterio de la Sierra.