Enrique del Rivero 9 de julio, 2020 · 6 minutos
Todos los años y coincidiendo con el Carnaval y la Fiesta del Gallo salen a las calles de Mecerreyes sus famosas Mascaradas. Una celebración que nadie debe perderse y que en los últimos tiempos ha conseguido una merecida repercusión internacional. El acto principal se lleva a cabo durante la mañana del Domingo de Carnaval y permite admirar un fenómeno —relacionado con el atávico Espíritu del Invierno— muy extendido por todo el continente europeo. Todas estas fiestas están a punto de ser declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Máscara elaborada con jirones de tela de vivos colores y un palo de madera a modo de zurriago. Por la facilidad para disponer de sus materiales es una de las mascaradas más extendidas. Son muy famosas las de Zamora y Trás-os-Montes en Portugal.
Tela de saco, túnica, delantal, zanahorias, ajos, pimiento, hojas de repollo y rama de cardo son los elementos utilizados en esta original y vistosa máscara de Mecerreyes.
Realizada con tela de saco, cartón pintado y sombrero de paja es una máscara burlesca que utiliza la desproporción anatómica como elemento identificador y burlesco.
Elaborada con cráneos, cornamentas, huesos de animales —todos ellos encontrados en los muladares en los que se alimentan los buitres de la zona— y chaquetón de cuero es una de las máscaras que más impresiona de todo el conjunto.
Con plumas de distintas aves, alas de buitre y madera se ha elaborado esta máscara. Es una de las más llamativas que desfilan durante las celebraciones del Carnaval de Mecerreyes. Recuerda a los abundantes buitres leonados que sobrevuelan los cielos de la comarca burgalesa del Arlanza.
Con los gallarones de los quejigos, las hojas de los robles, tela de saco y maroma se elabora esta máscara que refleja la importancia del bosque en la cultura de la zona. En los encinares que cubren las laderas de la Sierra de Las Mamblas se elaboraba el carbón vegetal, uno de los principales sustentos de los habitantes de Mecerreyes.
Con restos de prendas tejidas con lana de vivos colores, retales de vestidos y cardos está máscara es una evolución más moderna del disfraz del trapero.
Cuerdas, tela de saco, huesos y cuernos de vacuno dan forma a una de las máscaras más conseguidas de Mecerreyes. Es fácil encontrar su rastro en las mascaradas de Portugal, Suiza, Rumanía, Turquía e, incluso, el norte de África.
Pieles de cordero, cuero y cuernos de carnero conforman una de las máscaras más clásicas del repertorio europeo. En Mecerreyes emplea además unos zancos de madera que elevan su porte y dan prestancia al personaje. Este disfraz se repite por todo el norte de Europa.
Esparto, cráneo de animal y madera sirven pare recrear uno de los animales más frecuente en los montes de Mecerreyes. Es una de las máscaras que más impresiona a los niños.
Con haces de centeno, tela de saco y una representativa horca de trilla se elabora esta máscara que también se conoce como pelico pajas o el payaso. Los peleles parecen que están inspirados en los ‘pilae’ romanos, muñecos que los eslavos colgaban de las casas en las fiestas conocidas como Compitalia.
Tela de saco, ropa común, sombrero y máscara de paja tejida y ramas son los sencillos elementos que permiten recrear el clásico espantapájaros. A pesar de su aparente rigidez es una de las máscaras más temidas por sus largos y afilados dedos.
Con botones de distintos tamaños, cremalleras y otros elementos propios de las mercerías y las modistas se ha recreado una máscara que recuerda los más típicos disfraces de carácter femenino.
Con cuernos, cencerros, sacos, mantas y un armazón de madera que le otorga la forma, se elabora una de las mascaradas más extendidas por la Sierra de la Demanda burgalesa. Relacionada con los ritos de la fertilidad y movida por uno o dos mozos aparecía por sorpresa sembrando el alboroto en calles y plazas. La vaca romera, rabona, curra o morena —aspor lasaimpresionan s respeto y los alrededores. plazas. La vaca romera, rabona curra o morenas conocidas como Compitalia.a, unaí se la denomina en distintos pueblos de la zona— tenía y tiene preferencia en sus correrías por las mozas casaderas.
Las mascaradas de invierno son una atávica celebración cuyo origen se encuentra en la mitología y en los diversos ritos relacionados con la naturaleza y la cosmología prerromana. Los romanos las integraron en sus ritos religiosos y a comienzos de la Edad Media se fueron teatralizando hasta adquirir un cierto trasfondo cristiano. En general se celebran en dos momentos: en torno a la Navidad y durante el Carnaval.
Extendidas por gran parte de Europa y el Mediterráneo, las únicas que se han conservado en la provincia de Burgos son las mascaradas de invierno de Mecerreyes. En esta localidad situada a los pies de la sierra de Las Mamblas y a un paso del Valle del Arlanza y gracias a los desvelos de su Asociación Cultural se consiguió recuperar, desde los años 80 del pasado siglo XX, una tradición secular que seguramente también se llevaba a cabo en otras localidades de los alrededores.
El objetivo de los ritos relacionados con las mascaradas de invierno era el de purificar a las comunidades aldeanas al terminar el año. Tenían como fin traer la fertilidad a los campos y a las propias comunidades campesinas. Para ello empleaban trajes y máscaras de seres demoniacos y zoomorfos, acompañados de los cencerros y otros instrumentos que ayudan a la escenificación por las calles mientras se pedía el aguinaldo.
Las máscaras de Mecerreyes están realizadas a la antigua usanza, como recordaban los vecinos más ancianos del lugar. Las máscaras se elaboraban con cualquier cosa, especialmente desechos. Así, utilizaban en su confección huesos que hallaban en los muladares en los que se cebaban los buitres, paja de centeno, hojas, musgos, helechos, retamas, gallarones de los robles, trapos, plumas de aves rapaces, pieles e incluso tripas de animales como el cerdo. Son las señas de identidad de estas ancestrales máscaras de invierno, cuya telúrica temática remite a la naturaleza más pura, a una época que hunde sus raíces en la misteriosa noche de los tiempos.
Desde épocas muy remontas los vecinos de Mecerreyes imitaron en sus mascaradas los elementos más cercanos a su vida cotidiana. Como eran gentes dedicadas a la ganadería, la agricultura y el carboneo elegían disfraces de animales y vegetales. Entre los primeros destacaban la vaca, relacionada con los ritos de la fertilidad; el oso, una de las máscaras más extendidas por toda Europa; el buitre, muy abundante en la zona y fácil de capturar para proveerse de sus vistosas plumas y el carnero, también sencillo de elaborar con las pieles del ganado lanar. Las mascaradas vegetales empleaban las verduras propias de la época invernal o los productos del bosque: zanahorias, nabos, hojas de berza, paja de centeno, cebollas, gallarones, hojas de roble, musgo, etc.
Muchas de las máscaras eran fustigadoras y llevaban en las manos algo con lo que sacudir al que se pusiera por medio: un rabo de animal, una vara, una escoba de tambarillas o un palo al que se le ataban correas, cuerdas, trapos, vejigas de animales, cardos, etc. Estas mascaradas están reaccionadas con las Lupercalia romanas, que eran fiestas pastoriles que querían proteger contra los lobos y otros animales dañinos. También al azotar a las mujeres jóvenes incrementaban su fecundidad.
Una costumbre muy extendida entre todas las mascaradas peninsulares era arrogar algún producto molesto para incrementar el enredo y desorden carnavalesco. En Mecerreyes se utilizaba la ceniza con la que se blanqueaba la ropa, sin olvidar el agua, el vino y los ‘pelusos’ de algunas plantas.
También era frecuente que muchos enmascarados utilizaran zancos —elaborados con las ramas de la abundante leña invernal— para aumentar su presencia e infundir más respeto entre los vecinos.
Saliendo de Burgos hacia Madrid por la A1 tomar la salida 230, N-234 dirección Soria. En Cuevas de San Clemente (km 200) desvio a la derecha a la BU-901 con dirección Covarrubias. A escasos cinco kilómetros se encuentra Mecerreyes en la misma carretera que atraviesa el pueblo.