23 de diciembre, 2020

Solsticio de invierno en la Cartuja

Enrique del Rivero

Enrique del Rivero 23 de diciembre, 2020 · 2 minutos

Desde hace más de quinientos años, al llegar el solsticio de invierno se puede contemplar en la iglesia de la Cartuja de Miraflores —construida durante la segunda mitad del siglo XV por Juan y Simón de Colonia— un fenómeno astronómico que apenas es conocido por el común de los mortales.

Fenómeno astronómico

En torno al 21 de diciembre y un poco antes de la puesta de sol —entre las 16,45 y las 17,15— un rayo de sol penetra por el gran óculo que preside la fachada del templo y recorre en diagonal toda la superficie del retablo esculpido por Gil de Siloe. El rayo solar asciende lentamente de izquierda a derecha y, durante unos breves instantes se detiene en la gran y central rueda de ángeles que preside el retablo.

Un retablo con mucha intención

El esquema que trazó Gil de Siloe para este cuerpo se organiza con un gran círculo formado por una rueda de ángeles que rodea la figura de un Cristo sostenido por las otras dos personas de la Trinidad. El tema de la exaltación eucarística y redentora prima sobre cualquier otro y todo parece responder a una clara intencionalidad ideológica y doctrinal que pretendía resaltar el puesto de Jesucristo como Dios y hombre, frente a las desviaciones heréticas y prácticas judaizantes tan habituales a finales del siglo XV.

Mérito de los Colonia

Aunque no existen pruebas documentales, es evidente una clara intencionalidad teología de este llamativo fenómeno astronómico. Desde la base ideológica, encabezada por fray Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel la Católica —impulsora y mecenas de la Cartuja—, hasta Gil de Siloe el diseñador y artífice del retablo, pasando por Simón de Colonia, responsable del final de la obra y ejecutor de la fachada en la que se abre el óculo por el que penetra el rayo de sol. Un dato importante es que el retablo se inauguró a finales de diciembre de 1499, coincidiendo con el momento del solsticio, lo que indica su clara intencionalidad. El coste total del retablo —incluido el dorado y la policromía de Diego de la Cruz— ascendió a la cantidad de 1.015.613 maravedís, muy elevada para la época y para las mismas arcas de la corona castellana.