Enrique del Rivero 7 de mayo, 2021 · 6 minutos
A un tiro de piedra de la ciudad de Burgos, sobre las vegas del río Arlanzón y su afluente el río de Los Ausines se extiende el histórico Campo de Muñó, una tierra de suaves y ondulantes horizontes en la que la escasez de árboles se ve compensada por la presencia de un buen número de torres y castillos. La mayoría fueron levantados durante la Baja Edad Media —sobre otras fortalezas más antiguas— por los señores feudales que se disputaban este fértil territorio. Su proximidad a la ciudad de Burgos propició que algunas familias de enriquecidos comerciantes, ambiciosos regidores e influyentes eclesiásticos burgaleses quisieran emular a la nobleza dominante adquiriendo propiedades en su término.
Aunque en la actualidad se alza en los jardines del Hotel Landa, en las afueras de Burgos y al pie de la A-1, estuvo ubicado hasta los años sesenta del pasado siglo XX, en Albillos, una localidad del Campo de Muñó ribereña del río de Los Ausines.
De planta cuadrada sus almenas se apoyan sobre pequeños arcos ciegos y en su silueta destacan los cuatro matacanes que rematan cada fachada. La torre de Albillos-Landa, su fábrica es del siglo XIV, perteneció a la familia conversa de los Cartagena que descendía del obispo de Burgos Pablo de Santa María que antes había sido el rabino mayor de la judería burgalesa con el nombre de Selemoh-Ha Leví (שלמה הלוי מבורגוס).
También perteneció a Luis de Acuña, otro poderoso obispo burgalés, y al duque de Abrantes. Al ser montada en su nuevo emplazamiento su alzado se elevó unos cuantos metros.
La fortaleza o casa fuerte de Cabia, pueblo situado en la estratégica confluencia de los ríos de Los Ausines y Arlanzón, fue levantada en el siglo XV y perteneció a los Rojas y a los condes de Altamira. Se alza en el centro de la localidad y consta de una torre de planta irregular y de una cerca poligonal reforzada con cubos que no presentan almenas. En su interior se localiza un patio central con pilastras. En la actualidad se encuentra en proceso de restauración.
La tradición cuenta que en 1506 pasó una noche en esta fortaleza, en concreto en la llamada habitación de las Rejas, la reina Juana I de Castilla, durante el trágico itinerario fúnebre acompañando el cadáver de su esposo Felipe el Hermoso.
Sobre un cerro que domina el pueblo se alza el castillo de Mazuelo de Muñó. Presenta una torre del homenaje, de planta cuadrada y grandes dimensiones, rodeada por una cerca en la que destaca una barbacana con dos cubos. Construida a mediados del siglo XIV, sus principales propietarias fueron las familias de los Carrillo y los Rojas.
El responsable de la construcción de su torre fue un miembro de la familia Carrillo, que la comenzó a edificar a mediados del siglo XIV. En 1466, Mencía Carrillo la vendió a los Rojas, que, a su vez, 80 años después, se la traspasaron al canónigo y chantre de la catedral de Burgos: Andrés Ortega Cerezo. Al final acabó siendo propiedad de los marqueses de la Rosa.
La construcción es imponente por sus dimensiones y altura y por la calidad de los materiales utilizados en su fábrica. La fortaleza consta de una torre gótica rodeada, en tres de sus lados, por un recinto amurallado que es posterior, siglo XVI, y que denota un aire totalmente renacentista. En su frente principal luce una barbacana, con dos cubos en sus esquinas, que protege el arco de medio punto de la entrada.
La torre del homenaje es de planta cuadrada, tiene cuatro pisos y está coronada por una triple hilera de ménsulas, sobre las que descansa un matacán con almenas caladas alternantes. Entre los vanos que se abren en sus recios lienzos destacan varias ventanas ajimezadas, con arcos de medio punto y sus correspondientes asientos interiores labrados en la pared.
Se alza en las afueras del pueblo y fue fortaleza de don Gutierre López de Padilla y de los duques de Abrantes. La torre del homenaje, rematada por una corona de matacanes sobre la que se levanta un parapeto almenado, se edificó a finales del siglo XV y aparece rodeada por una cerca de mampostería. El conjunto de cerca y torre del homenaje conforman un buen patio de armas.
Su torre del homenaje es de planta cuadrada, tiene unos 18 metros de altura y está rematada por una corona de matacanes sobre la que se levanta un parapeto almenado. En sus gruesos muros de sillarejo se abren varias rasgaduras verticales para tiro de ballesta y unas cuantas troneras para fusilería de pequeño calibre.
Una cerca rectangular forma junto a la torre un amplio patio de armas. Antes de pasar a manos de los duques de Abrantes, el más ilustre propietario del castillo de Arenillas de Muñó fue don Gutierre López de Padilla, mayordomo del rey Felipe II.
El castillo de Torrepadierne se localiza entre la ribera del río Arlanzón y el denso bosque de encinas que cubre los páramos inmediatos. De la gran fortaleza levantada por el maestresala Lope de Valdivielso, a finales del siglo XV, sólo se conservan la torre del homenaje y un palacio fortificado. La torre de gran altura y con cuatro pisos en el interior, aparece coronada por ocho perfectos garitones almenados.
Los más de treinta metros de su torre del homenaje anuncian desde muy lejos la presencia de la fortaleza. Su esbeltez sólo encuentra una ligera competencia en alguna de las grandes encinas que crecen en sus inmediaciones y que incluso pueden presumir de tener la misma o mayor edad que la construcción: casi medio milenio de existencia.
El lugar de Torrepadierne ya aparece citado —como torre de una persona llamada Paterno— en algunos documentos de los monasterios de Cardeña y Las Huelgas a comienzos del siglo XIII. En el año 1468, compró todas las posesiones y derechos un tal don Lope de Valdivielso. Este personaje era el prototipo de advenedizo y emulador del modo de vida nobiliar y caballeresca que imperaba en la época.
Su riqueza se consolidó en distintos negocios relacionados con el comercio del vino y su influencia política tuvo su origen al intervenir en las disputas políticas del reinado de Enrique IV. Más tarde fue mayordomo de la reina de Portugal y con el tiempo llegó a convertirse en maestresala de los Reyes Católicos, monarcas con los que participó activamente en la toma del reino nazarí de Granada. Creando el señorío de Torrepadierne, Lope de Valdivielso, además de hacer un buen negocio, colmó buena parte de sus aspiraciones de ascenso social.
Y estas últimas debían de ser muchas ya que se hizo levantar una impresionante fortaleza que contaba con balaustres, cubos, barbacanas, poternas, puentes, fosos, un palacio fortificado y una alta torre del homenaje. La obra fue de tales dimensiones que hasta la ciudad de Burgos, amenazada en sus derechos jurisdiccionales, tuvo que recurrir a los tribunales.
Una sentencia de la Chancillería de Valladolid obligó a su hijo, Diego de Valdivielso, al derribo de todos los elementos defensivos a excepción del palacio y la torre. Eran los primeros años del siglo XVI, había comenzado la Edad Moderna y el feudalismo entraba en franca decadencia.
Es sencillo planificar un interesante recorrido por los castillos del Campo de Muñó partiendo desde Burgos. La primera parada la haremos en el Hotel Landa, ya que en sus jardines se alza la torre que en su día presidió el cercano pueblo de Albillos. Después y enlazando por Villagonzalo Pedernales y Arcos nos dirigiremos hacia Arenillas de Muñó y Mazuelo de Muñó. Para llegar hasta Torrepadierne hay que enlazar con Pampliega desde Presencio. El castillo de Torrepadierne está dentro de una propiedad particular a la que se accede por una pista en mal estado. Ya solo queda regresar hasta Burgos por la A-62, para visitar la fortaleza de Cabia, tomar la señalizada salida hacia esa localidad.