Enrique del Rivero 30 de enero, 2022 · 3 minutos
La abadía cisterciense de Santa María de Bujedo de Juarros se alza en el fondo de un vallejo por el que discurre el modesto río Seco. Fue fundada, durante la segunda mitad del siglo XII, por el conde Marañón y su mujer doña Mayor García. En la actualidad ha sido totalmente restaurada y luce todo su esplendor artístico.
No se conoce la fecha exacta de su fundación, aunque los especialistas la fijan en una horquilla comprendida entre los años 1166 y 1176. Sus primeros doce monjes procedían de la abadía francesa de Scala Dei y estaban encabezados por el abad Fortunato. Su dominio estuvo principalmente en la comarca de Juarros, pero algunas de sus propiedades alcanzaron las riberas del Duero y el Arlanza. Después de más de 650 años ininterrumpidos de existencia, las leyes desamortizadoras de 1835 supusieron el final del monasterio cisterciense.
Tras muchos años de abandono sus ruinas fueron restauradas con fidelidad —en 1981 los trabajos recibieron el prestigioso premio ‘Europa Nostra’— y han recuperado su pasada fisonomía. Un aspecto, que trasluce la planificación interna habitual en los monasterios que seguían la regla de San Bernardo de Claraval y que marcaba la situación exacta de cada uno de sus elementos. Todas las dependencias se disponían alrededor del claustro: iglesia, cementerio, sacristía, sala capitular, dormitorios y refectorio de los monjes, cocinas, calefactorio, refectorio y dormitorios de los legos y cilla.
La iglesia —toda su fábrica está levantada con buenos sillares de arenisca rojiza propia de la comarca de Juarros— se construyó a principios del siglo XIII. Consta de una larga nave con seis tramos cubiertos con bóvedas de crucería cuatripartitas que apean sobre columnas adosadas al muro y que, como es habitual en la arquitectura cisterciense, llegan a media altura y descansan sobre sencillas ménsulas. En estas y en los capiteles de las mencionadas columnas se concentra la escasa decoración a base de motivos vegetales del templo. A los pies de nave se alza un coro de principios del siglo XVI.
El marcado crucero es también de una sola nave y cada uno de sus brazos se cubre con sencilla bóveda de crucería. La original cabecera —poco habitual en el arte cisterciense castellano— consta de tres capillas, la central de planta semicircular y evidente factura románica, y las de los lados de perfil rectangular. Las tres capillas también se cubren con bóvedas de crucería con aire ojival. El suelo del crucero, al igual que el de la nave es original y está elaborado con cantos rodados que dibujan distintos y elegantes motivos geométricos.
En el claustro del monasterio, muy reformado en los siglos XVI y XVII, todavía se alza la antigua sala capitular cisterciense. Abierta por medio de tres grandes vanos, el central sirve de entrada, su interior está cubierto con bóveda de crucería y claves lisas. Los marcados nervios y arcos descansan sobre las correspondientes ménsulas situadas a media altura de los muros perimetrales y en dos columnas que se alzan justo en el centro de la sagrada estancia.
Al monasterio de Bujedo de Juarros se llega saliendo de Burgos, por la carretera N-120, con dirección a Logroño. Antes de alcanzar Ibeas de Juarros se debe tomar la desviación que conduce a San Millán de Juarros. Desde esta localidad hay que seguir la carretera local que por Cueva de Juarros enfila hacia Tinieblas.
El monasterio es de propiedad particular, pero puede visitarse todos los domingos y festivos. El horario es de 11.00 a 14.00 h. Teléfono de contacto: 947 421 057. No hace falta reservar, se permite realizar fotografías y la visita es gratuita.