24 de agosto, 2021

Vizcaínos y su reveladora iglesia románica

Enrique del Rivero

Enrique del Rivero 24 de agosto, 2021 · 5 minutos

La iglesia románica de San Martín de Tours en Vizcaínos es uno de los más llamativos ejemplos de este atrayente estilo artístico medieval en la provincia de Burgos. Además de por su emplazamiento y la evidente belleza y armonía de su fábrica, tiene un enorme interés ya que, a través de su evolución arquitectónica, los investigadores han podido rastrear el paso de las formas tardoantiguas o hispanovisigodas, al románico pleno de la segunda mitad del siglo XII.

Repoblación altomedieval

Escondido en un aislado valle de la Sierra de la Demanda y en lo alto de una boscosa ladera perfilada por el río Pedroso se descubre Vizcaínos. Esta antigua población que hunde sus raíces históricas en la época condal, siglo X, perteneció al alfoz de Lara y estuvo bajo la jurisdicción de los señoríos de los monasterios de Arlanza y Silos. También perteneció a la poderosa familia feudal de los Velasco. Su topónimo puede derivar de los repobladores altomedievales que a finales del siglo IX llegaron a la zona procedentes del norte de la península Ibérica.

Llamativa piedra arenisca

La iglesia de Vizcaínos consta de una sola nave, cubierta en la actualidad con armazón de madera, rematada en su cabecera por un elegante ábside de marcado tambor y cuidadas bóvedas de cañón y de horno. A sus pies se eleva una alta torre dividida en tres cuerpos, el primero sin vanos y los dos superiores con sendos ventanales de medio punto geminados en sus cuatro lados. Un sencillo pórtico, muy reformado con el paso de los siglos, completa el templo. Toda la fábrica se levanta con buenos sillares de una rojiza piedra arenisca.

Del arte condal al románico silense

Aunque no lo parezca Vizcaínos es un buen lugar para entender el tránsito entre las formas arquitectónicas tardoantiguas, en concreto las de tradición hispanovisigoda tan abundantes en el entorno del antiguo alfoz de Lara, y las del arte románico en su plenitud. Gracias a distintas intervenciones arqueológicas los historiadores del arte han constado la existencia de un primitivo templo levantado a finales del siglo IX o principios de la siguiente centuria. Entre los datos que confirman esta teoría están las dimensiones de la actual nave, su mampuesto de ‘cal y canto’, la cohesión de los muros y, sobre todo, el hallazgo de una elegante ventana ajimezada de clara raigambre mozárabe.
A finales del siglo XI los maestros románicos reutilizaron el antiguo tempo incorporando las cornisas, nuevos canecillos y, ante todo, el ábside de la cabecera. Y unos ochenta años después, otros artistas, procedentes de los talleres del monasterio de Silos, abrieron la portada meridional con su correspondiente galería porticada y edificaron la esbelta y elegante torre a los pies de la iglesia.

Armonioso exterior

A pesar de haber sido construida en varias fases y a lo largo de casi dos siglos, la iglesia de Vizcaínos luce un armonioso exterior. Merece la pena alegarse unos cuantos metros del templo para disfrutar del juego de volúmenes entre la alta torre, la alargada nave y el marcado ábside semicircular. Incluso la galería porticada, muy alterada en una reforma del siglo XVIII, contribuye al vistoso equilibrio arquitectónico del monumento.

Cumbre románica

El ábside de Vizcaínos muestra la pericia de los maestros, procedentes de Silos, que intervinieron en su diseño y de los canteros que lo ejecutaron. Estos últimos cuidaron sobremanera la labra de los sillares y el aspecto isódomo del aparejo de los muros. Todo ello se completa con la cuidada articulación, en un buscado juego óptico, con otra serie de elementos constructivos como columnas de refuerzo, ventanas y cenefas. Al resultado final, que goza de una sensación de equilibrio y belleza que se percibe desde el primer vistazo, contribuyen también los cuidados motivos escultóricos —geométricos, vegetales, faunísticos e historiados— que decoran los canecillos, capiteles, cenefas y tímpanos de los distintos vanos.

Torre con personalidad

La de esta iglesia de San Martín de Tours es una de las torres más señadas del foco románico de la sierra burgalesa e, incluso, de toda provincia. Adosada al muro occidental, su primer piso se comunica con la nave a través de un gran arco apuntado que muestra una gran pericia constructiva. De planta rectangular y con gruesos muros en los que se aprovecharon los sillares del templo prerrománico, este primer cuerpo se sostiene por una bóveda de medio cañón que cobija una bella pila bautismal adornada con el habitual zarcillo.
En el segundo se abren cuatro grandes ventanas ajimezadas con cornisa a la altura de los cimacios de los capiteles y el tercero otras cuatro ventanas, también geminadas y con sendos arcos de descarga que enmarcan cada uno de los vanos. La esbelta y equilibrada estructura se remata con una cornisa sostenida por canecillos. La maestría de esta torre, ejecutada en las décadas finales del siglo XII, nos habla de la intervención de algún maestro de obras procedente del monasterio de Silos. También la cuidada escultura y la original iconografía de la mayoría de los capiteles de la torre confirman la presencia en Vizcaínos de artistas que trabajaron en los dos pisos del claustro del mencionado cenobio.

Galería e interior

Merece la pena entrar en el interior del templo atravesando la muy reformada galería porticada y la también alterada portada meridional. Tras admirar los historiados capiteles que adornan el arco triunfal de entrada a la cabecera —cubierta en su tramo recto con bóveda de cañón y con la típica de horno el ábside semicircular—, hay que encaminarse hacia los pies de la iglesia donde se guarda la pila bautismal románica y la ventana geminada procedente del templo tardoantiguo.

Visita de la iglesia

El exterior de la iglesia de puede visitar libremente, incluso entrando dentro de la galería porticada. Una buena idea es llevar unos prismáticos para disfrutar de los variados y bellos motivos escultóricos repartidos por canecillos y capiteles. Para entrar en el interior hay que preguntar por el sacristán del templo que vive en una casa cercana.

Cómo llegar

Desde Burgos hay que seguir la A-1 hasta Sarracín para desviarse por la N-234 con dirección a Soria. A la altura de Barbadillo del Mercado una tranquila carretera local, que discurre remontando las aguas del río Pedroso, enfila con decisión hasta el mismo pueblo de Vizcaínos.